Japón, época Meiji. Una bella y delicada mujer camina en una calle desierta sobre la impoluta nieve recién caída, su kimono de seda blanca sólo le permite avanzar dando lacónicos pasos y como protección contra los elementos únicamente porta una sombrilla. De improviso se encuentra cara a cara con un acaudalado jefe yakuza protegido por su séquito y es entonces cuando se desata el infierno, la hoja oculta en el mango de la sombrilla refulge, los miembros cercenados vuelan y la sangre corre libre dando color a la pálida nieve.
De esta manera da comienzo «Lady Snowblood», una magnífica historia de violencia desatada sin justificación moral alguna, con la venganza como única impulsora de la narración. La película nos cuenta la historia de una cautivadora mujer venida del averno con un único fin: acabar con los bellacos que frustraron la vida y la felicidad de su madre. Yuki nace en una cárcel durante una copiosa nevada, su madre muere en el parto así que esta “niña del infierno” es criada por un monje que la somete a un cruel entrenamiento para convertirla en una pura herramienta de muerte.
Aun siendo un argumento en apariencia simple la estructura es elaborada, la obra está dividida en cuatro capítulos con títulos tan sugestivos como: “El llanto del bambú. Muñecas del infierno”, o “Sombrilla sangrienta. El corazón de las flores dispersas”. La película es una adaptación de un famoso manga publicado por entregas en Japón en la revista “Playboy” y los homenajes al noveno arte resultan evidentes, baste señalar la preciosista sección que sirve como prólogo a la terrible historia de la madre de Yuki, en la que mediante la utilización de ilustraciones se crea una atmósfera desasosegante. También es digna de mención la fantástica banda sonora, cantada por la actriz protagonista de manera deliciosa.
Toshiya Fujita facturó un filme impecable, una obra imperecedera que pese a los escasos medios y los tics propios del cine de serie b de los años setenta del pasado siglo ha envejecido fabulosamente, manteniendo su espectacularidad y la fuerza de sus imágenes intactas. Toda la obra orbita alrededor de la icónica figura de Meiko Kaji, una actriz formidable, de una belleza inquietante, y que transmite poder magnético en cada plano. Es una película que embruja desde el primer momento, bella y aterradora a partes iguales, henchida de lirismo y de furor, un filme injustamente olvidado pero que ha marcado el devenir del cine posterior influyendo en varias generaciones de artistas cinematográficos de todo el globo. Si es que nadie parte cuerpos en dos como nuestra amada Shurayuki-hime.